Semblanzas: Zenia Yébenes Escardó

Doctora en Filosofía por la UNAM y Doctora en Ciencias Antropológicas por la UAM-Iztapalapa y Maestra en Filosofía por la UNAM. Ha colaborado en los siguientes proyectos de investigación: Misticismo, escepticismo y lenguaje (IIF-UNAM, IN402801); Filosofía(s) y psicoanálisis (FFYL-UNAM, IN405108/PE-400411), Filósofos con Freud (FFYL-UNAM, IN406752). Es Profesora- investigadora de tiempo completo del Departamento de Humanidades de la UAM-Cuajimalpa desde 2007 y miembro del Padrón de Tutores de Posgrado en Filosofía de la FFYL- UNAM. Ha recibido las siguientes distinciones: Medalla Alfonso Caso en Maestría y Doctorado en Filosofía a la egresada más distinguida de su generación otorgada por la UNAM; Premio Norman Sverdlin 2006 a la Mejor tesis de Doctorado en Filosofía otorgado por la FFYL-UNAM; Premio a la Mejor Tesis de Doctorado en Ciencias Antropológicas otorgada por la División de Ciencias Sociales y Humanidades, el Departamento de Antropología y el Posgrado en Ciencias Antropológicas de la UAM-Iztapalapa; Medalla al Mérito Universitario a la egresada de mejor promedio de su generación de Doctorado en Ciencias Antropológicas otorgada por la UAM-Iztapalapa.

A continuación compartimos un fragmento de su artículo titulado “Dios, diablo o locura. Poética del yo en la autobiografía de una endemoniada”, el cual es parte del libro colectivo Los ríos sonorosos de la palabra (Mística y poesía):

El problema de la cuestión mística es entonces el de ese yo concebido como interioridad, que ha de ser el lugar enunciativo desde el que el Otro divino hable. Lo que hay que dilucidar es la siguiente pregunta: ¿e yo del que hablan los textos que vamos a analizar es un yo que se expresa a sí mismo a través del pronombre personal o es el producto del acto de enunciación? ¿Es este yo una ficción de ese Otro que viene a ocupar su lugar? Si es así, ¿quién es ese Otro? ¿Qué es lo que en realidad habla ahí? ¿Cómo estar seguros de que es, o no, divino? El texto sobre el que vamos a reflexionar a continuación nos brinda a este respecto indicios preciosos.

La autobiografía de Juana de los Ángeles (1602-1665) es la primera autobiografía de una posesa después de que alcanzara fama de santa. Es un testimonio único porque en el escenario tradicional de la posesión demoniaca se dan por sentadas dos cosas. En primer lugar, la posesión no puede invadir el alma del sujeto —que pertenece sólo a Dios— sino sólo a su cuerpo y la imaginación —por estar en contacto con los sentidos—. En segundo lugar, y por lo mismo, el alma de la posesa permanece intacta pero incomunicada. Ella está muda, es un cuerpo que se agita, que se valoriza en la espectacularidad del exorcismo público pero que —incapaz de cualquier expresión autónoma— no puede decir nada (recordemos que el lenguaje del Diablo es la exclusión y la perversión del significado, puesto que está separado de Dios, fuente originaria de todo sentido y significado) (152).

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