Agustí Bartra por Diego Alcázar Díaz

agustí bartra

Compartimos a continuación una nota escrita por Diego Alcázar Díaz, quien participó en el coloquio «Poesía mística en México» con la ponencia titulada » El espíritu de la creación: apuntes  a la mística de Agustí Bartra».

Nació el 8 de noviembre de 1908 en Barcelona. Vivió su exilio en México (aproximadamente treinta años), luego de abandonar Cataluña tras la derrota del bando republicano en la Guerra Civil de 1939. Aquí, junto con la narradora y ensayista Anna Murià, tuvo dos hijos, Roger y Eli. Colaboró con diversas editoriales mexicanas (Fondo de Cultura Económica, Era, Joaquín Mortiz, Grijalbo, entro otras). En 1970 volvió a Cataluña; murió en Tarrasa el 7 de julio de 1982.

Su obra poética refleja un afán de ampliar, intensificar y renovar el lenguaje de la poesía y de la lengua catalana a través de un proceso poético continuo, mas cíclico: del hombre al poeta, de lo humano a lo divino, de lo real a lo mítico-mitológico.

En su poesía los dioses representan la interacción con los hombres en la tierra y también la permanencia de éstos; serán también constantes los apóstrofes a los dioses o a un dios, que pues en la poesía bartriana un dios «representa el espíritu de la creación». La poesía es, en Agustí Bartra, una expresión o manifestación del panteísmo que el poeta consagra a la escritura de su material poético, que va desde el mesianismo hasta la reescritura de nuevos mitos, pasando por las interrogaciones a la divinidad.

El justo (fragmento)

Señor, nadie viene a levantarme cuando caigo,
no verás flores ni cirios dentro de mi estancia,
y los meteoros no llegan a mis manos rudas.
Mi mirada no sube a ninguna cima de esperanza.
No sé si el viento corteja a las danzarinas mudas
y patrias que soportan oscuras catedrales,
o si, como un perro,
duerme en cerrados portales.
Cuando era niño, Señor, me decían que eras rubio,
y creía ver tu suave huella
brillar sobre las rocas y las sonrisas.
Ahora no quiero, no quiero la paz tuya:
no sirvo a nadie ni tengo el orgullo de los libres.
Deja que mi dolor salte de su estatura,
hinchado de gritos y ramos.
No me acerques los óleos ni la palabra pura
que podrían calmar mis hambres.
Si de ti nunca recibo grandes retos ni plagas,
no creo que falte, pues, pedirte consuelo.

De El arbre de foc.

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